domingo, 30 de diciembre de 2012

Yo no olvido el año viejo


Now all those feelings, those yesterdays feelings will all be lost in time.

Mi cuerpo está lleno de explosivos, de material inflamable. No es muy volátil. La explosividad está controlada... Pero hay contadas chispas compuestas de traición y violencia que terminarán en catástrofe irracional. Historias que nunca deben ser contadas. Lágrimas. Daños colaterales.

La invisibilización y el silencio son armas letales de un sistema para callar y borrar capítulos en la historia de un país, de la sociedad y de una familia. El silencio y la indiferencia sobre una hecatombe que definió consciente o inconscientemente la vida de muchos, habría de convertirse en confusión, en dolor.

Lo descubrí esa noche cuando murió una parte de mí. Cuando me vi obligado a, nuevamente, crecer.

Resulta que hay algo peor que pelear con mamá: sus lágrimas, su llanto, su sentimiento de culpabilidad al ver cómo uno de sus hijos no fue capaz de soportar la obra de teatro “Todo está bien” que por siempre se ha interpretado en la familia.

Varias veces le repetí que no es su culpa, sino mi falta de capacidad para entender por qué todo el mundo recibe con los brazos abiertos a un ser que golpeó y amenazó de muerte a los seres que más quiero. ¿Tengo derecho a cuestionar? ¿Tienen derecho a fingir que nunca pasó?

Quisiera estar con mi madre y abrazarla. Platicar con ella. Verla a los ojos. Sentirnos como dos viejos amigos que después de tanto tiempo se reencuentran.

Quisiera decirle que los días de tormento ya quedaron atrás y nunca volverán. La realidad es que aún hay fantasmas con los que no quiero lidiar ni vivir. Pero el riesgo de que se crucen los caminos queda latente. Y entonces arde la pólvora.

Pareciera que cargo conmigo todo un compendio de narraciones surrealistas. Que me esmero en crear escenarios para alimentarlo con nuevos relatos de dolor innecesario. Pareciera que encima de mis hombros llevo un huracán listo para devastar.

¿Dignidad, respeto, seguridad? ¿Valen la pena? Empiezo a creer que no. Si este vacío -que crece cada segundo y se multiplica con cada kilómetro de lejanía- es el resultado de defender las lágrimas y la sangre derramada en batallas de antaño, entonces me quiero apartar a un lado. Fingir que nada pasa.

Ya me cansé de preguntar, de responder, de buscar el origen. Ya me cansé de escudriñar en mi cabeza, sin llegar a ningún lado, algo que simplemente es. Punto. Es y ya.

Demasiado tarde.

Me descubrí como un ser envidioso que prefirió revivir y alejarse de un conflicto. Me alejé de mi madre, mi amiga. Nos quité la oportunidad de vernos crecer uno al otro. Nos quité la oportunidad de cruzar un año más.

Me dolió ver su dolor y tristeza en los ojos, haciendo esfuerzos monumentales para ser firme como la roca que siempre nos ha dado la fuerza para mantenernos juntos ante la catástrofe.

Lo siento mamá. Yo no olvido el año viejo. Te prometo que algún día lo voy a olvidar. Por ti. Por mí.